Explicar la participación de la juventud en la política es algo un poco complicado. Digo esto porque todo lo que he leído al respecto se centra en aquellos artículos académicos que definen política, juventud y liderazgo, pero no llegamos a determinar cuál realmente es el rol que se debe cumplir, encargo que con sinceridad resulta difícil hacer.
Si este artículo se publica dentro de este año 2019, yo seguiré teniendo 36 años de edad, que para los estándares de los organismos internacionales que catalogan todo -hasta las edades- yo habría rebasado hace algunos años los efluvios de la juventud y ya estaría recorriendo mis primeros años de la adultez; pienso que la juventud no es un conteo de tiempo, sino un permanente estado de vitalidad, esos que sólo determina el alma.
Pero yo a mis 36 años, aún por la política no he hecho nada. Me he imaginado cientos de veces en cargos de elección popular, sustentando leyes, defendiendo personas; en mi labor de abogado, he perfilado muchos cambios en normas, códigos que utilizo en mi trabajo diario, pero que al final quedan en ideas porque faltan oportunidades, porque no hay apoyo, porque tenemos miedo. Entonces debemos preguntarnos ¿Cómo hacemos política? ¿Cuál es el rol de la juventud?
La política está vinculada al proceso de decidir: tomar decisiones para el mejor gobierno de una sociedad hoy entendida como Estado. Para intentar responder a estas preguntas, hay que vivir o sobrevivir en el curioso mundo de la política -satisfactorio como nauseabundo, dependiendo desde donde estés respirando. Yo tuve la oportunidad de “vivir” y “sobrevivir”, pude ver lo que pasa en la política peruana muy de cerca, todo lo que ocurre en el interior de ella, esos golpes y caricias, insultos y halagos, esos apretones de mano que no sabes si son de saludo o de reto a duelo. Política esa la que tenemos, política esa la que queremos.
Al día de hoy Latinoamérica es sacudida por olas, huracanes, maremotos, tsunamis, ventarrones, huaicos de corrupción. Ha comenzando, aunque poco tarde, pero ya es un inicio, una limpieza generalizada, y con la intención de un cambio generacional, se habla de dar oportunidades a jóvenes. En el Perú la Ministra de Economía tiene 34 años de edad – María Antonieta Alva. Está a cargo, hasta ahora exitosamente, de la cartera ministerial más importante del país, con una hoja de vida intachable, sin denuncia alguna como antecedente sino con un palmarés envidiable de precedente, de esos que te hacen repensar si las cosas las vienes haciendo bien. Es como si julio de 1988 se hubiera trasladado a nuestros días y se escuchará a Manuel González Prada terminar de destruir el “Politeama” con su aliento final: ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!
A escasos días de hoy estaremos eligiendo nuevos congresistas para completar un deprimente Congreso felizmente disuelto. Seguramente las urnas este enero recibirán nuestro iracundo voto exigiendo cambios, honestidad, rostros nuevos. La tarea es nuestra, es saber elegir, es saber otorgar aquello que muchos seguimos buscando: “oportunidades”.
He visto que muchas listas congresales vienen siendo integradas por jóvenes, a quienes seguramente la gente los va a juzgar por “falta de experiencia”, misma que algún contrincante utilizará para promocionar sus cursos, asesorías o amistades con personajillos ocultos. La experiencia para hacer política en la juventud no está vinculada a cuántos trabajos hayas desempeñado, sino más bien a la capacidad y calidad moral con la que te presentas, pienso más en lo segundo como requisito fundamental.
Hasta hoy, sigo teniendo como principal intención poder hacer política para generar cambios, en transformar, en lograr -aunque parezca “visionario” pero no imposible- una mejor sociedad, con leyes justas, donde realmente todos seamos iguales, donde no sea el interés particular, ni el llenado de bolsillos, ni la suma de todos los egos los que impulsen a dar un paso más. Conozco de muchas personas que también discursan lo mismo, que tienen el mismo sueño casi recurrente, que andan por las calles pensando qué cambiar mientras van hablando solos de sus próximos pasos. Lo que me intriga es saber qué pasa una vez adentro, si el sistema nos cambia, si es requisito esencial pasar las pruebas de fortaleza espiritual, si todos los hoy políticos fueron algún día como quiero seguir siendo yo.
Una posibilidad es nunca ser elegido y así nos conservarnos moralmente incólumes, pero es perdernos la oportunidad de hacer política. La otra es que la juventud se organice. Alguien escribió alguna vez que el poder no está en uno sino en dos o más que se organizan, equivalente al en la calle codo a codo somos mucho más que dos – en el lenguaje de Benedetti. La posibilidad de buscar todos una oportunidad de demostrar que estamos en la capacidad de poder transformar, que nuestros bríos de la juventud están dirigidos a trabajar, a desarrollar, a garantizar una sociedad mejor, ya no sólo para las generaciones venideras sino para nosotros mismos que aún mucho camino tenemos por recorrer.
Entonces responder a la pregunta ¿cuál es el rol de la juventud en la política? es un encargo que con sinceridad, no pude cumplir.
Abogado por la Universidad de San Martín de Porres – Lima, Estudios de Maestría en Derecho Constitucional por la Universidad Andina de Cusco. Ex Defensor Público del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos del Área Civil Familia. Docente de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Andina de Cusco. Socio del Estudio Jurídico “Escalante, Estrada & Gil” Abogados y Consultores.