Resignificando mis tacones rojos: el cambio social empieza por la transformación personal

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El impacto del Fondo de Apoyo de  WomenStrong International desde mi experiencia

La maleta la armé junto a mi mamá y mi hermana, porque entre las muchas cosas que hacemos juntas, prepararnos para eventos especiales está entre nuestras favoritas. El evento especial: el viaje a México para presentar en el marco de  la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales – CLACSO 2022,  el producto del trabajo realizado de manera colaborativa con la organización colega GENET en Malawi. Este viaje se realizó a través del Fondo de Apoyo del Laboratorio de Aprendizaje de WomenStrong International, que tiene el propósito de ser invertido en las áreas de crecimiento y oportunidades de desarrollo que cada organización participante identifique, priorice y consiga. ¡Y vaya crecimiento!

Visionaria Perú, la organización que lidero, es parte del Laboratorio de Aprendizaje de WSI desde 2019. Hemos recibido no solamente financiamiento para hacer realidad el Programa formativo “Del dicho al hecho: Educando para la igualación de género en Perú”, el tercer programa que implementamos en Cusco-Perú, sino también (y sobretodo) hemos hallado gran beneficio en el enfoque de conocimiento y aprendizaje de su modelo de financiamiento. Este enfoque describe su manera de abordar la gestión de seguimiento y evaluación, priorizando la confianza depositada en sus organizaciones socias, tales como Visionaria Perú y otras 18 organizaciones en 15 países a nivel mundial. Esta confianza se deposita desde el reconocimiento a nuestra habilidad y experiencia para implementar y dar seguimiento a programas de la manera más eficiente y pertinente a la realidad de las mujeres con quienes trabajamos, a nuestro contexto y los planes de crecimiento que tengamos.

Es así que la posibilidad de presentar el producto de nuestro trabajo en una plataforma tan importante (una oportunidad de apalancamiento para Visionaria) se hacía realidad a través de este viaje a México (un sueño mío largamente anhelado) y por supuesto que mi hermana y mi mamá, mi inquebrantable sistema de apoyo, estarían junto a mí a cada paso.

En este artículo comparto la experiencia de este viaje, pero más que hacer énfasis en los tramos aéreos, las enriquecedoras sesiones de trabajo o incluso en la pintoresca y deliciosa cultura mexicana, hago énfasis en la travesía que supuso el cuestionamiento de mis propios sesgos de género y la comprensión de mi feminismo.

“Con zapatos de tacón, las nenas se ven mejor que con zapatos de piso”: empacando ropa y estereotipos arraigados

Entre seleccionar prendas, probármelas, descartarlas o empacarlas, hubo un artículo que en ningún momento dudé en llevar conmigo: los zapatos de tacón. Su necesidad se percibía desde muchas perspectivas, por ejemplo, para mi hermana menor, simpatizante de la moda, los tacones le agregan un toque chic al vestuario. Para mi  mamá, mujer de mediana estatura, por la elegancia e imponencia de la altura ambicionada provista por los tacos. Y aún así, más allá de todo gusto y opinión, para mí la verdadera razón para empacar los zapatos de tacón en ese momento es la profunda creencia que dicta que “como te ven, te tratan”. Es decir, esa noción aprendida desde temprana edad de que la sociedad diferencia el trato brindado (como también las oportunidades, la remuneración económica y en este caso específico, el reconocimiento y validación profesional) en función a lo que se considera “apropiado, adecuado, correcto”, incluida la manera en la que te vistes. 

Admito que disfruto bastante de armar un outfit poderoso, esas prendas con las que me siento confiada, segura y dispuesta a comerme el mundo. Sin embargo, hay una sútil pero valiosa distinción entre elegir por gusto lo que una lleva puesto y elegir las prendas en función a las expectativas sociales que dictaminan si eres digna de respeto, validación y aprobación. En fin, más allá del gusto por los zapatos de tacón, reconozco su utilidad cuando el objetivo es la aprobación y valía, o al menos así aprendí a considerarlos, y ese era el entendimiento que tenía al momento de iniciar este viaje (a México y a mi interior).

“Para liberarse, la mujer debe sentirse libre de ser ella misma”: liberación de los sesgos aprendidos como primer paso

La mañana del miércoles 8 de junio, día de nuestra ponencia, eché los zapatos de tacón al bolso y me puse a andar con las zapatillas deportivas que también llevé conmigo. ¡Y menos mal lo hice! Porque estoy segura que el recorrido de 15 minutos hasta la sala de trabajo hubiera tomado el doble de tiempo de haberlo andado en tacones (como también suele pasarnos a las mujeres en la educación, el crecimiento económico o el avance en la carrera profesional, donde los ascensos suelen tomarnos el doble del tiempo o del esfuerzo).

Además de la presentación del producto que llevamos con Visionaria, en el evento me asignaron la facilitación del espacio de trabajo, quedando a mi responsabilidad la gestión del tiempo para las ponencias. Llegando al aula, mi extraordinaria compañera de viaje Susan León, Coordinadora de Desarrollo en Visionaria Perú, se encargó de que nuestro material estuviera listo e impecable, a la vez que yo me organizaba para cumplir con los roles del día. Para el rol de facilitadora, traía una propuesta para las colegas con respecto a la gestión del tiempo: cuando les restasen 5 minutos, les enseñaría un papel color verde y cuando se acabase su tiempo, les enseñaría un papel rosa. Solamente me dí cuenta de que traía los zapatos de tacón en la mano mientras daba la explicación cuando con expresión confundida Mónica, una de las colegas ponentes, comentó que había pensado que les iba a hablar sobre mis tacones rojos y preguntar por los suyos. ¡Horror! Desde mi aprendizaje, lo que “correspondía” era pasar desapercibida al baño para colocarme los zapatos y sólo una vez puestos, estaría preparada para asumir el rol y las expectativas. ¿Alguna vez han ido por toallas femeninas a la tienda del barrio y se las han ofrecido envueltas en una bolsa color negro para evitarles la vergüenza de que alguien vea que las llevan? En Bolivia, donde crecí, esa era una práctica muy normalizada: tener que “ocultar” el lado íntimo, mis toallas femeninas, mi vestimenta informal, mi estatura pequeña, mi falta de habilidad para llevar puestos los zapatos de tacón más horas de las físicamente tolerables. Desde joven aprendí a evitar esas “vergüenzas”.

Parada al frente de varias mujeres que conocía por primera vez y ante quienes, en mi rol de facilitadora, debía mostrarme formal, seria y en control, realmente sentí ¡horror! Sin embargo, mi vergüenza e incomodidad fueron efímeras, pues el estallido de múltiples carcajadas se sintió más que un juzgamiento, una invitación a disfrutar del momento en libertad, sin expectativas por cumplir. Fue en este momento que mis ideas se transformaron, pues aquél accesorio que días atrás había empacado con el propósito de proyectar esa exigida formalidad, aquello que otrora fuera incentivo de validación, ahora se convertía en un puente para acercarme a estas mujeres de manera espontánea, divertida y auténtica. Mis zapatos de tacón fueron un elemento para compartir mi historia, la de mi mamá y sus enseñanzas, la de mi hermana, la de muchas y tantas mujeres en mi vida. También ellas, estas mujeres que por vez primera estaba conociendo, quienes también llegaban a ese espacio para presentar el producto de su trabajo y sus esfuerzos, compartieron sus propias historias: una de ellas nunca había usado zapatos de tacón, otra de ellas lo hacía con mucha habilidad. Compartimos y reímos, transfiriendo calidez y seguridad a un espacio que pasó a ser comunitario. Como diría Susan al terminar el día “no me puse nerviosa al exponer porque sentí que ya nos conocíamos, que estábamos en confianza”.

Vivimos la experiencia y habitamos el espacio  en libertad. 

Mónica, Paola y Diana - Mesa 209 - CLACSO 2022 - UNAM, México

El Laboratorio de Aprendizaje de WomenStrong International es un espacio en el que nos impulsan, como organizaciones y mujeres líderes participantes, a compartir aquello que nos funciona, a aprender unas de las otras y a diseminar nuestros hallazgos y conocimientos para mutuamente enriquecer nuestras experiencias y esfuerzos en la labor que realizamos para empoderar a mujeres y niñas. Considero que la mejor manera de cerrar este artículo es justamente respondiendo a estas importantes premisas:

¿Qué me funcionó? Cuestionar mis propios sesgos, especialmente aquellos que han sido reforzados con la experiencia. Salí de casa con el mandato de cumplir con las expectativas sociales y volvi con la ligereza de haber recuperado la libertad para elegir el valor y la carga que le quiero dar a mis zapatos de tacón.

¿Qué aprendimos unas de las otras? Entre todas las mujeres presentes, con mucha ilusión acompañamos a una de nosotras en su primera vez calzando zapatos de tacón. Y esa mesa de trabajo en CLACSO pasó a ser mucho más que una experiencia laboral.

¿Qué conocimiento comparto? Considerando que el trabajo que realizamos las mujeres está cultural, financiera y socialmente mediado por obstáculos y dificultades,  la posibilidad de trabajar en comunidad con un sistema de apoyo como el que nos brinda WomenStrong International es con seguridad el “cambio en el juego” que marcará la diferencia para las organizaciones sociales feministas del sur global.